Soy Olivia y descubrí a mis 38 años que mi papá no era mi padre biológico, sino que nací gracias a una donación de espermios. Darme cuenta de esto fue sin duda impactante, y me llevó a reflexionar profundamente sobre el significado de la familia y la importancia de la verdad.
Quiero compartir mi historia para ayudar a otras familias que, como la nuestra, son formadas gracias a una donación de gametos, para que se pueda comprender el impacto que tiene, y ojalá de la fuerza para optar por este camino si sientes que es lo tuyo, pero también para contar tu verdad.
En este artículo basado en un testimonio real, encontrarás:
Una sospecha que nunca desapareció
Desde pequeña, siempre tuve la sensación de que algo era diferente en mí. Físicamente no me parecía en nada a mi papá: él era rubio y de ojos claros, mientras que yo tenía una piel más morena y rasgos que llevaban a otros a preguntarme si era de otro país. A menudo bromeaba diciendo: “Seguramente mi mamá estuvo con alguien en otro país y por eso soy tan distinta”. Aunque lo decía como un chiste, dentro de mí siempre había algo que no encajaba.
Con los años, esa sensación se volvió más evidente. Había una energía en mí que no encontraba en mi familia, y aunque siempre me sentí amada, esa desconexión física y energética me hacía preguntarme sobre mis verdaderos orígenes.
El momento de la verdad
Fue en 2020, en plena pandemia, a mis 38 años, cuando finalmente supe la verdad. Mi hermana del medio había iniciado una investigación genealógica por motivos personales y descubrió algo. Mis padres ya estaban separados hace un tiempo, así es que nos reunió a las tres hermanas y a mi mamá en una videollamada. Esa noche, mi mamá nos reveló que mi papá no era nuestro padre biológico, sino que cada una tenía uno distinto. Además, no sabía nada de mi donante de espermios.
Recuerdo sentir cómo el piso se desmoronaba bajo mis pies. No era el hecho de ser hija de un donante lo que más me dolía, sino el haber vivido 38 años sin conocer una verdad tan fundamental sobre mí misma. Además, enterarme de que otras personas cercanas a mi familia conocían este secreto solo intensificó mi sensación de traición. Era como si todos supieran algo crucial sobre mí excepto yo.
El vínculo con mi papá: más allá de la genética
A pesar de todo, lo que sentía por mi papá no cambió. Siempre será mi verdadero papá, porque fue él quien me crio, amó y estuvo siempre ahí. Aunque no compartimos genes, soy igual a él en muchas cosas, y me transmitió lo que realmente importa.
Mi papá y yo teníamos muchas similitudes: su humor peculiar, su sencillez para vestir y su humildad al tratar a las personas. Estas cosas son parte de mí y siempre lo serán. Por eso digo con certeza que la crianza pesa más que la genética.
Sin embargo, también es cierto que el parecido físico —o la falta de él— era algo que notaba desde niña. Mientras mis hermanas compartían algunos rasgos con él, yo me sentía distinta. Esa diferencia me hacía preguntarme a menudo de dónde venía realmente.
Reflexiones sobre el donante
Aunque considero a mi padre como mi verdadero papá, no puedo evitar sentir un vacío al no tener información sobre el donante. Es como si hubiera un espacio en blanco en mi historia, un fantasma que siempre estará ahí, y eso me duele.
Me encantaría saber algo sobre él, aunque sea general, porque siento que ayudaría a completar el rompecabezas de quién soy.
También hay razones prácticas para querer esa información. Cuando voy al médico y me preguntan por antecedentes familiares, no tengo respuestas para la mitad de las preguntas. Es frustrante y doloroso no poder contar con esa información.
La importancia de la verdad
Ahora que lo veo en retrospectiva, creo firmemente que la verdad debe ser dicha, incluso si es difícil. Siento que la energía de ocultar un secreto tanto tiempo, de tenerla puesta en ocultar algo del pasado, hacía que no se dispusiera hacia el presente y futuro, hacia cosas más trascendentes, además de lo pesado que debe haberse sentido para ellos.
Si lo hubiera sabido desde niña, habría podido crecer con una sensación de identidad más completa. Siempre he pensado que habría sido hermoso que me lo contaran como una historia de amor: que mis papás querían tanto tenernos que hicieron todo lo necesario para formar nuestra familia.
Creo que los procesos de donación deben ser más transparentes. Saber más sobre el donante, aunque sea información general, podría llenar vacíos emocionales y también responder a preguntas médicas importantes.
Los desafíos y el futuro
Hoy, mis hermanas y yo hemos encontrado maneras de procesar la verdad y seguir adelante. De hecho, esto nos unió más como familia. Nos queremos y nos apoyamos como nunca antes. Descubrimos que la verdad, aunque dolorosa al principio, puede ser liberadora.
Contar mi historia es mi forma de decirles a otros que no tengan miedo de ser honestos. Decir la verdad a los hijos no solo les permite construir una identidad más firme, sino que también libera a los padres del peso de mantener un secreto. La verdad siempre sale a la luz. Es mejor enfrentarla desde el amor que vivir bajo su sombra.
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*Olivia es un seudónimo. El nombre real lo mantuvimos en reserva porque quiso proteger su identidad y sobre todo la de su familia.
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